miércoles, 18 de noviembre de 2015

Don Omar y el Ruibaiyat

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En vista de los acontecimientos creo oportuno hacer un rescate de la tradición árabe, tan vilipendiada hoy en día por los neoconservadores y otros grupos de derecha. Porque aunque a algunos les suene raro, ellos fueron el primer mundo durante muchos siglos.

Omar Jaiyam o Khaiyyam fue un tipo genial, matemático, astrónomo y poeta también escribió tratados sobre Economía e Historia. Todavía se conservan sus tratados sobre Algebra, como pequeño dato sepan que a Jaiyam le debamos el uso de la X en las ecuaciones, durante siglos aquella letra ha sido símbolo de lo enigmático, lo oculto y lo extraño ¿Les suena Expedientes Secretos X? ¿Formula X? ¿Hombres X? Y todo parte porque Omar decidió nombrar a la incógnita como Xay ("cosa"). Las vueltas que da la vida ¿No?

 

Entre sus descubrimientos reales (para que no se me enojen los ñoños) están la elaboración de unas tablas astronómicas exactas a partir de las cuales se crea un calendario nuevo (que todavía rige en Iran). También analiza los binomios cinco siglos antes que Pascal, habla sobre las ecuaciones de tercer grado otros cinco siglos antes que Descartes, etc.

Su Rubaiyat (plural de Rubai, que significa "estrofa" y es una composición Persa de cuatro versos) es una de las mayores obras literarias de Irán que fue conocido en occidente durante el sXIX gracias a la traducción de Edward Fitzgerald, que a su vez fue traducida por el padre de Borges.

Borges mismo le dedicó un ensayo "El Enigma de Edward Fitzgerald", donde menciona a Jaiyam como compañero de Hassan ben Sabbah (fundador de la secta de los Hashishin) y lo nombra en algunos poemas suyos que refieren al ajedrez (el mas árabe de los juegos de mesa!).

La versión que transcribo es de una joyita, editorial Zig Zag año 1966, traducida por Carmen Abalos y con caligrafía [!] de Mauricio Amster.

Ahora me despido de este mundo terreno
en que por un tiempo me albergué.
Ningún enigma ha quedado resuelto
y mil dudas a la tumba me llevó.

En los años de mi juventud dorada
daba por conocido el enigma del ser.
Ahora, al final de mis días, comprendo
que no entendí nada de nada.

Nadie resuelve los enigmas del mundo.
Nadie da un paso fuera de la huella
de su propio carácter, y el más grande
maestro no es más que un aprendiz.

De este círculo en que giramos
no vislumbro comienzo ni fin.
Nadie me dijo aún mi procedencia,
ni nadie tampoco a donde iré.

Con dolor me trajiste a la existencia
y solo dolor me dio la vida.
Si no quiero partir, dime ¿cuál era
la razón de mi llegada, mi camino y mi ser?

¿De qué te ha servido mi llegada?
¿Qué lograras cuando de aquí me lleves?
¡Ay! ningún oído humano ha percibido
por qué nos vamos y para qué vinimos.

Junto con la vida creaste el morir.
A nosotros, tu obra, consagras a la ruina.
Si tu obra era mala, ¿quién era culpable?
Y si era buena ¿para qué la destruyes?

En un principio no llegué a conocerme.
Luego cortaste el cordón de mi conciencia.
Si éste era tu propósito inicial,
¿para qué permitiste me conociera yo?

Unos disputan por dogmas y preceptos;
otros, por la fe o su negación.
 ¿A quién le ha sido revelado algo?
la respuesta es: -A nadie jamás.

Nadie resolverá el enigma del mundo.
Aquella clave permanecerá cifrada.
Ambos quisiéramos descorrer el velo,
pero cuando así sea, no estaremos más.

Los buscadores del placer en el vino, cavilando sobre apariencia y ser,
no encontraron el hilo de la verdad.
Se enredaron hablando y así se durmieron.

Nunca penetrarás el enigma del mundo.
Jamás hallarás la palabra no hallada.
¡Créate con el vino tu propio paraíso!
Ya veremos si hay paraíso allá.

De cuantos conociera en la tierra
sólo encontré dos clases de dichosos:
los que escrutaron el secreto del ser,
y los que nunca se inquietaron por él.

En un brazo el jarro, en otro el Corán.
Así voy bajo este cielo azul,
caminando derecho o torcido:
ni del todo pagano, ni en verdad musulmán.

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